domingo, 28 de agosto de 2016

Supay 4 parte

A la mañana siguiente continúe con el plan que tenía al inicio, y baje del árbol para comer más gusanos, (puesto que ya no tenía puma), y comencé a movilizarme hacia las montañas. Pero esta vez, me estaba moviendo como los monos, saltando de rama en rama.

Me costó mucho estas maniobras, ya que a pesar de que tenía buen agarre y podía dar grandes saltos, pues, mi problema era que carecía de experiencia, puesto que me caí muchas veces (y aunque increíble que les parezca, caí apoyándome en mis cuatro extremidades, como un gato), al caer, procuraba trepar inmediatamente, ya que temía toparme con un depredador más experimentado, y que mis días terminen siendo comida.

Si, ya se, después de comerse los restos de mis congéneres y de comerme a un puma, que me coman sería lo normal. Pues, te diré mi querido conchudo; que como tú, que te cagas de risa mirando videos por internet, de personas que sufren desgracias, porque piensas que son ajenas a tu vida como si nunca te pasarían a ti. Por lo que, ambos vivimos con la creencia de la ley del embudo; “lo ancho para uno, y lo angosto para todos”.

En fin, continuando con mi viaje entre las ramas de los árboles, hasta que me topé con una especie de chimpancés, los cuales ignore, porque con mi nuevo aspecto pensé que los repelería, así que por lógica no los vi como amenaza, pero estaba equivocado. Nunca des por hecho algunas cosas, (puesto que este tipo de pensamiento, me trajo problemas, tanto en mi vida anterior como lo voy a tener ahora). Ya que el más grande de ellos se me puso al frente, dando fuertes alaridos y agitando las ramas con mucha fuerza.

Ustedes pensarán, que después de sobrevivir a un puma, un mono no es problema, pues les diré que somos ingenuos:

Primero - no estamos en el suelo, estamos en un gran árbol (a, no lo mencione antes, pero parece ser que mientras más me acerco a las montañas, los árboles parecen ser más grandes).

Segundo - el desgraciado no vino solo, sino que estoy rodeado con sus congéneres.

Tercero - ellos se pusieron a agitar las ramas, cosa que me hizo perder el equilibrio, lo cual no me dejaba armarme con mi cuchillo.

Yo, ante sus gritos, decidí gritar también, por lo que me esforcé para que fuera lo más fuerte posible. Pero para mi sorpresa, el grito que solté, se asemejaba al del puma.

Rápidamente volví a gritar y esta vez observé mi alrededor, ya que a pesar de que los subordinados del simio, están dispuesto a seguirle hasta la muerte, siempre en el grupo hay uno que alberga alguna duda (esto lo aprendí de una película de Clint Isgut). De entre los monos que tenían caras de sorpresa, noté que uno era más joven, y que se estaba cubriendo los ojos a la vez que temblaba más que los demás.

Entonces, cuando se estaban recuperando de los dos gritos que exhale, inmediatamente arremetí hacia el joven simio, y lo apuñale en el vientre a la vez que deslice la hoja para abrirlo y dejar sus tripas al descubierto. Mientras que el pobre, al darse cuenta de mi presencia y de la situación en la que se encontraba, emitió un grito de terror, que hizo al grupo desertar su asalto hacia mí.

No conforme con esto, fui al próximo más cercano y lo ataque apuñalándolo por la espalda, por lo que grito aterrado por su destino, (tenía que implantarles en su ser, que meterse con migo, era querer explorar el infierno).

Así logre matar a dos más, hasta que el líder me interceptó, abalanzándose sobre mí, dándome una embestida que me hizo estrellarme contra el tronco del árbol, luego utilizando su imponente peso, comenzó a golpearme, como si fuera un gran bombo.

Pun, pun, pun, pun.


No se detenía, por lo que sentía que iba a explotar por sus puños, que utilizaba como baquetas, por lo que por un momento pensé que ya era mi fin.


Pero, me di cuenta que estaba cerca de sus piernas, y recordé que hay venas y arterias en los muslos internos, (en kali te enseñan sobre zonas vitales) e inmediatamente le aseste un corte, lo más profundo que podía, pero el chimpancé, no se detuvo, hasta que empecé a sentir que se me iba la conciencia, por lo que no pude evitar sentir que ya estaba perdido.

Pero, todo paro…

Forcé a mi cuerpo y gire un poco, y vi al simio que estaba muy quieto y ya no respiraba, por lo que al fijarme en el color de su rostro, me di cuenta que estaba muerto, el pobre se había desangrado y no se había dado cuenta, lo cual me alivio, llevándome a la inconsciencia…

Cuando desperté, ya era oscuro, en frente de mí se encontraba el cadáver del jefe chimpancé, inmóvil, y en mí alrededor, solo se encontraban dos de los cadáveres de los otros chimpancés que había matado.

El árbol en el que me encontraba, no sentí a nadie más, parece ser que por la batalla y la muerte del líder, los demás no se atrevieron a acercarse a este sitio, (no sé lo que está pasando muy bien, pero esta racha que tengo, está empezando a darme escalofríos)...

Intente incorporarme, pero el cuerpo me dolía un montón, y recordé la paliza que me dio el jefe mono que yace enfrente, y, lo volví a mirar, y pensé; que si no fuera por el corte que le di, el sin duda me hubiera matado. Lo mire un rato, y con esfuerzo, junte mis palmas, y volví a orar.

Pedí que trascendieran las almas de los chimpancés a una existencia superior, agradecí a la tierra por el bosque que me brinda la comida, al cielo por el oxígeno, al sol por el calor, y a la lluvia que hidrata mi ser, y apenas di un aplauso.

Luego, me concentré en mi respiración, lo cual me ayudó a controlar el dolor, y poco a poco comencé a moverme lentamente, hasta estar sentado, hice unos cuantos ejercicios para disipar el dolor, y para que continúe la circulación; “no soy médico, pero creo que si mueves al cuerpo como se debe, aceleras el proceso de regeneración, (bueno, eso quiero creer)”.

Todo lo que paso, me despertó el apetito, y me dieron ganas de comerme al que tenía al frente, e inmediatamente, comencé a abrirlo, le saque el hígado, pero al estar en el árbol el resto de sus intestinos comenzaron a caerse, e inmediatamente cogí el corazón y con junto con el hígado me los empecé a comer. La sensación era exquisita, no dejaba de salivar, (como si fuera un perro con rabia), y empecé a sentir que la vida empezaba a recorrer mi cuerpo.

Sin pensarlo, le corte la cabeza y empecé a sacarle el cerebro para devorarlo, y cuando termine, me dieron ganas de comer más de lo mismo, y recordé a los otros dos cadáveres que se encontraban cerca… al terminar de comerme las partes más sabrosas, corte ramas del árbol para hacerme soportes donde colocar los miembros, continúe despellejándolo, y luego empecé a descuartizar, removí la carne de los huesos, y los limpie con mis dientes.

Sorprendentemente, mi apetito había aumentado, puesto que me comí a un simio y medio, (claro que sin los intestinos, ya que se me cayeron a la oscuridad del bosque). En fin, gracias a mi vista trabaje con los monos por toooda la noche…





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